Rompamos el muro de la despoblación
Cerramos el 2024 con la misma sensación de fatiga debido a los problemas que sufrimos la clase trabajadora en Castilla y León. La precariedad de nuestras vidas es una crisis permanente que en el capitalismo nunca se va a terminar: a nuestros míseros salarios se suma una inflación desorbitada que hace que no podamos pagar facturas. Si a ello le sumamos la estructural violencia patriarcal, el deterioro de los servicios públicos y un cada vez más agresivo auge reaccionario tenemos la coctelera perfecta para caer en el agotamiento.
Por eso esta mezcla circunstancias en el caso del territorio de Castilla y León genera una problemática que se agrava año a año: el abandono y la despoblación. Se vacían nuestros pueblos, se vacían nuestras ciudades y se vacían todas nuestras provincias.
En 2023, Castilla y León tuvo el segundo peor dato vegetativo de España y el cuarto mayor descenso en número de natalicios: nacieron menos de 3 personas por provincia al día -en Soria hay solo 1-. Todo ello supone un 5% menos que en 2022. Yéndonos hasta 2010 -donde estábamos sufriendo directamente las consecuencias de una crisis económica- vivíamos en una Castilla y León con 8000 nacimientos más. La puntilla es que durante este último año han muerto 15600 personas más de las que han nacido. Los datos hablan por sí mismos.
A todo ello hay que sumarle que el paro femenino supone a día de hoy el 61% del total, y que un cuarto de las mujeres cobra el SMI o menos. Los hombres, en un mundo patriarcal, viven algo mejor: tan sólo 1 décimo cobra eso.
Es la crisis permanente de la violencia bajo el capitalismo la que nos obliga a confiar en otras posibilidades. La que obliga a muchas y a muchos, especialmente jóvenes, a abandonar nuestro territorio. A veces consiguen ‘’algo mejor’’, otras veces es tan sólo un espejismo más del capitalismo.
Necesitamos un plan de reindustrialización. Necesitamos un plan de revitalización de nuestros pueblos y de nuestros campos. Necesitamos un modelo económico que aporte estabilidad y garantías de futuro y que lo haga respetando además nuestros ecosistemas. Pero todo ello se hace imposible bajo un modelo social despiadado que sólo busca y asegura los beneficios de una minoría y que nos somete al resto a una continua rueda de hámster.
Frente al hastío y al agotamiento, debemos encarar 2025 como un año que abra puerta a la esperanza. Tan sólo cambia un número, pero tenemos que ver en él la oportunidad de tomar un nuevo camino de movilización por nuestros derechos. Porque nadie nos ha regalado nunca nada. Porque frente al abandono de quienes nos prometen cambiarlo todo desde unos sillones, tenemos la fuerza de nuestra organización como clase.
En 2025, rompamos el muro de la despoblación. Luchemos por la conquista de nuestro futuro.