La llamada Revolución de las Comunidades de Castilla fue un proceso político, económico y social de enorme trascendencia cuyos “ecos” llegan hasta nuestros días. Sus reclamos en la línea del buen gobierno, la limitación de poderes al rey por parte de las Cortes, la soberanía de Castilla y los y las castellanas, así como los derechos políticos, jurídicos y civiles supusieron una base espectacular para posteriores avances en la conquista de libertades. En este sentido, cabe señalar que, La Ley Perpetua de Ávila, promulgada en Tordesillas en Septiembre de 1520, dónde se recogieron todas sus pretensiones, es considerada un importante precedente de las constituciones modernas y ha sido tenida en cuenta en muchos procesos constitucionales posteriores.
La importancia de este acontecimiento histórico hace que la huella de la Revolución Comunera esté presente en la oposición a las políticas de Felipe II y de otros reyes de la casa de Austria, los movimientos libertadores de América Latina en los siglos XVIII y XIX, el rechazo liberal al despotismo de Fernando VII, el proceso constitucional de Estados Unidos, la construcción de un modelo político democrático y federal durante las dos Repúblicas, la lucha por las libertades frente al golpe militar de 1936 o en la propia Transición Española con las aspiraciones de autonomía castellana.
Estamos, por lo tanto, ante un hecho histórico que es un auténtico “símbolo político” de la lucha por la conquista de derechos, la justica social y la democracia: de los comuneros frente al imperialismo de Carlos V, de la lucha contra el autoritarismo y el absolutismo, del republicanismo frente a la monarquía, de la democracia contra la dictadura, del pueblo frente a la oligarquía… En todos estos conflictos, el recuerdo de los comuneros estuvo presente, siempre del lado de las libertades, siempre del lado del progreso. No es, por lo tanto, extraño, que a lo largo de la historia los movimientos conservadores y reaccionarios hayan intentado desprestigiar este movimiento, incluso hacerlo caer en el olvido. Es deber de los progresistas, de la gente que viene de abajo, del pueblo, del “común”, reivindicar el legado comunero como un elemento emancipador, de conquista de derechos y empoderamiento ciudadano.
Tiene además una carga simbólica especial lanzar este reclamo, aquí, en Tordesillas, lugar dónde se promulgó la Ley Perpetua de Ávila y dónde se estableció La Junta Comunera, órgano de gobierno de la revuelta. Más aún si se realiza frente a la estatua de la Reina Juana I de Castilla, símbolo de la Revuelta e injustamente encarcelada por los intereses de su padre y su marido.
Hoy reivindicamos aquí ese legado progresista, muy necesario en un momento en que movimientos reaccionarios que vuelven a amenazar libertades ya conquistadas se unen a los problemas estructurales derivados del abandono y el vaciamiento demográfico al que los poderes económicos han sometido a una tierra, que no sólo no siempre ha sido conservadora, sino que fue ejemplo de rebeldía y lucha por la justicia social.
No olvidamos tampoco cómo, todo lo que significó y significa La Revuelta Comunera, está siendo puesto en cuestión por un gobierno autonómico, formado por Partido Popular y VOX, que sólo busca la homogenización de la cultura, borrando cualquier atisbo de identidad diferente a su idea de nacionalismo excluyente, dónde apartan y señalan todo aquello y todo aquel que sea diferente.
Aún está pendiente la revolución social que expulsará al capitalismo y hará que el pueblo trabajador y soberano asuma las riendas de su destino. El ejemplo de la Revolución Comunera y del conjunto de la tradición progresista en esta tierra y en el mundo entero nos inspira y aporta enseñanzas para ello.
VIVA TORDESILLAS REBELDE Y COMUNERA